domingo, 9 de febrero de 2014

Relato: buscando la verdad.



Todo comenzó a tener sentido en mi cabeza, parecía que las piezas que había estado guardando a lo largo de mi vida comenzaban a unirse; sabía que todo lo que estaba descubriendo  iba a cambiar radicalmente mi vida pero no podía hacer otra cosa, debía saber la verdad costara lo que costase aunque eso significara darle la espalda a todo. Todavía me quedaban algunos huecos que debía rellenar pero sabía perfectamente donde podía encontrarlos. Rápidamente guardé todos los papeles que tenía esparcidos por mi cama en la caja que tenía a mi lado, la aseguré con la llave que tenía colgada al cuello y la escondí en una pequeña trampilla que había construido debajo de mi alfombra. Sentía como todo mi cuerpo comenzaba a temblar a causa de la adrenalina, mi respiración se aceleró y mi corazón clamaba con urgencia que terminase con aquella agonía. Me quedé unos segundos sentada en el borde de mi cama e intenté tranquilizarme, en ese momento mis padres estarían trabajando por lo que no llegarían a casa, por lo menos, en un par de horas; tenía el tiempo a mi favor y sin embargo una voz en mi cabeza me gritaba que lo hiciese lo antes posible porque si no, lo más probable, es que me descubriesen. Respiré hondo y salí al pasillo, en ese momento me sentí terriblemente observada, todas las fotos que había colgadas por la paredes clavaban sus oscuros ojos en mi menudo cuerpo, inconscientemente me agarré uno de mis mechones cobrizos y comencé a enroscarlo en mi dedo, estaba nerviosa, no había duda. Cuando llegué a la puerta de la habitación de mis padres, cogí el mango con cuidado y la abrí despacio, era consciente de que estaba sola pero sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, ya me habían dicho mis padres muchas veces cuando era pequeña que no podía entrar en aquella zona de la casa sin su permiso así que solo había visto dichos aposentos unas pocas veces y tampoco es que destacase mucho su interior, constaba de una cama de matrimonio en el centro, las paredes pintadas de verde musgo con caretas de sus viajes a Italia colgadas, una ventana que daba al parque al que iba a jugar de pequeña, un par de mesillas de un color rojizo y el armario caoba. Contuve la respiración y me adentré sin pensarlo dos veces, la habitación seguía igual, lo único que destacaba es que la cama seguía desecha pero no atisbé ningún cambio más. Corrí a la ventana para asegurarme de que mis padres no habían decidido adelantar su vuelta y luego me agaché para empezar mi búsqueda por debajo de la cama, pero lo único que había allí eran un montón de zapatos de mi padre; seguí intentándolo, abrí cajones, busqué debajo de sus trajes, hasta intenté descubrir algún escondite que hubiesen hecho para esconder objetos importantes como había hecho ella, pero todo fue inútil, allí no había nada. Suspiré derrotada, había sido una crédula al pensar que unos documentos tan importantes los tendrían en un lugar tan obvio; cuando ya me disponía a marcharme el móvil que tenía en mi bolsillo comenzó a vibrar provocando que el corazón casi se me saliera del pecho, lo cogí rápidamente y me relajé al ver que era Lara, una amiga de la infancia que se encontraba veraneando en Chicago.
-Dios, me has dado un susto de muerte- Le espeté- ¿No te dije que no me llamases ahora?-
-Perdóname pero es que estaba muy nerviosa, ojalá estuviese allí contigo-
Me senté en la cama de mis padres agradeciendo que no les hubiese dado tiempo a hacerla- Pues siento decepcionarte pero aquí no hay nada-.
-¡Qué!-.
-Lo que oyes, he mirado en todos los sitios posibles pero no encuentro nada-.
Se escuchó algo de ruido en la otra línea, seguramente estaría maldiciendo:- No puede ser Jess, estaba segura de que debía haber algo que nos mostrase la verdad-.
-Y yo, la verdad; soy la que más decepcionada está-.
-Lo dudo-.
Me tiré en la cama y apoyé la cabeza en la almohada de mi madre, pero al hacerlo mi cráneo impactó débilmente contra una superficie dura:- Pero qué demonios…-. Tiré por los aires la almohada y dejé al descubierto una caja de madera en la que ponía “Jessica”, mi nombre:- Lara, creo que lo he encontrado-.
Su amiga comenzó a gritar:- ¡Dime! ¡Qué es!-.
-Una caja-.
-¿Y qué hay?-.
-No lo sé-. Pasé embelesada mi mano por la cubierta.
-Pues ¡Ábrela!-.
-Lara, luego te llamo-. La colgó antes de poder escuchar sus quejas, me sentí mal por ella, pero necesitaba hacerlo sola, después de todo se trataba de mi vida; tragué saliva y lo abrí, había varias fotos mías de cuando era un bebé y muchos documentos; los cogí y comencé a leerlos. Mi sangre se heló en cuanto descubrí su contenido, todo lo que allí había me iba a cambiar por completo, la información comenzaba a dar vueltas en mi cabeza; estaba tan metida en aquellos papeles que no me di cuenta de que alguien pasaba a la habitación. Un escalofrío me recorrió la espalda y, cuando me fui a dar la vuelta para ver cuál era el problema, algo colisionó contra mi cabeza y una sombra negra comenzó a envolverme hasta que me atrapó y todo lo que había a mí alrededor desapareció.

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