Libros, universos enredados que
llegan a nosotros a través de los ríos de palabras que se materializan en las
hojas blancas.
Los libros están vivos, los
mundos que en ellos habitan siguen el camino que el destino les impone. Sus
historias traspasan la barrera del tiempo, llegan a nosotros independientemente
del lugar o del año en el que transcurre, con el único fin de caer en nuestras manos;
de formar parte de nuestra vida.
El escritor es la herramienta
para que esto suceda, es el encargado de traspasar esa magia a un folio antes
de que desaparezca y se lo trague el olvido, pero ¿Por qué?
Porque un libro es algo más que
un conjunto de folios con un montón de palabras. Los libros contienen alma,
comparten con nosotros experiencias que pueden ayudarnos a afrontar los
problemas, nos enriquecen por dentro y nos regalan momentos llenos de amor,
fantasía e incluso dolor.
Nos da el poder de ser cuanto
queramos, de creer en lo absurdo y de abrirnos los ojos a un mundo al que
muchas personas no son capaces de acceder, un mundo donde las hadas, la magia y
la paz existen con más fuerza que la misma realidad.
Son universos donde lo imposible
se hace posible, donde las elecciones son infinitas y los sueños pueden
convertirse en realidad. Aquí dentro te puedes permitir quitar la máscara que
se supone tienes que mostrar ante la sociedad y liberar a ese inocente yo que
escondes en lo más profundo de tu ser.
Son luz, esperanza, amistad y
compasión, pero también son oscuridad, indecisión, avaricia y sufrimiento.
Porque al final un libro es el
reflejo del sistema en el que nos movemos, es el reflejo de nuestra persona y
de aquellos que están vinculados a ella.
Porque un libro puede ser nuestro
mejor amigo, pero otro puede ser nuestra peor pesadilla.
Sin duda, estos pequeños
obsequios que nos han otorgado nuestros antepasados son algo muy especial,
pueden llegar a cambiarte la vida y apoyarte en los peores momentos, incluso
pueden convertirte en una versión mejorada de ti mismo.
Y lo más impactante es que todo
esto lo hacen sin esperar nada a cambio, sin importarles que sus amados
lectores vayan abandonándoles poco a poco, porque ellos siempre estarán ahí
cuando más los necesiten.
Así que yo lo atesoraré y lo
cuidaré, como él siempre ha hecho conmigo y como sé que siempre lo hará.
¡Feliz día del libro!
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