Lo primero que sintió Kaila al
recuperar la consciencia fue una fuerte presión en sus dos muñecas, un agudo
dolor por la zona de la nuca y un pequeño escozor en la barbilla, seguramente
la caída de la última pelea le había hecho una buena herida. Abrió con cuidado
los ojos para cerciorarse de que se encontraba sola y, cuando estuvo segura, se
incorporó con rudeza. Se sentía frustrada y furiosa, quería romper todo cuanto
estuviese a mano; se miró sus muñecas y lo que vio empeoró mucho más su estado
de ánimo. Unos grilletes oxidados oprimían con fuerza sus extremidades y las
cadenas que había en ellas llegaban hasta la pared de hierro, provocando que la
joven no tuviese prácticamente capacidad de movimiento. Consumida por la ira
empezó a darles golpes contra el suelo sin éxito alguno.
-No fastidies, esto debe de ser una
broma-. Intentó concentrarse en sus ataduras para formar un campo de fuerza
pero algo no estaba del todo bien, no conseguía activarlo por más que lo
intentase, era como si le hubiesen desconectado el interruptor.
-Genial, era justo lo que me faltaba,
no me digas que el golpe me ha dejado tonta de verdad-. Suspiró, exasperada y
luego comenzó a lanzar por los aires la paja en la que estaba sentada; al
hacerlo creyó escuchar una pequeña risita no muy lejos, se quedó totalmente
inmóvil y observó con detenimiento la oscuridad que reinaba en la otra mitad de
la celda; cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra pudo distinguir un par
de bultos temblorosos en una de las esquinas. Suponiendo que eran prisioneros
demasiado atemorizados como para salir de su escondite decidió controlarse y
animarles con una sonrisa.
-Podéis salir, no muerdo y, aunque lo
hiciera, no creo que pudiese llegar a vosotros-. Y movió las cadenas juguetonamente.
Aquello pareció surtir efecto porque
una niña de unos cinco años con unos cabellos encrespados de color castaño
comenzó a acercarse a gatas.
-Anda, hola pequeña-.
Ella sonrió pero la voz del que debía
ser el segundo bulto la detuvo:- ¡Quieta! ¡Ni se te ocurra acercarte más! Puede
ser otro de sus trucos-.
-¿Trucos, de verdad piensas que
tratarían así a uno de los suyos?-. Se arrepintió al instante cuando lo dijo;
Drake trató como una auténtica prisionera a su hija para que cayesen en su
trampa ¿Por qué no iba a poder hacerlo de nuevo?
Fue entonces cuando el niño decidió
dejarse ver, tendría unos ocho años y parecía hambriento y deshidratado;
rápidamente se puso delante de la niña y alzó sus brazos en ademán protector:-
Pues sí, no sería la primera vez-.
Y Kaila, para su sorpresa, asintió con
la cabeza:- Pues sí, estoy de acuerdo-.
-Entonces ¿Lo estás admitiendo?-.
-¡Ni en sueños!-. Aquel arrebato
asustó a los dos niños:- Ni en mis peores pesadillas podría estar en el mismo
bando que un psicópata como Drake, sólo de pensarlo me pongo mala-. Dijo
mientras fingía un escalofrío.
La niña comenzó a reírse:- Es
divertida-.
-Más bien rarita-.
-¡Oye!-. Protestó Kaila.
El niño asintió para sí:- Nunca han
enviado a nadie así, quizás dice la verdad, pero ¿Por qué te han encerrado?-.
Kaila suspiró:- Porque soy su enemiga,
pertenezco a un grupo que lucha contra él pero no me mata porque quiere un
poder que yo tengo-.
Los ojos de la niña brillaron a causa
de la emoción:- Qué guay-.
-No te lo creas, es mentira, es muy
joven y los poderes no existen-.
Su incredulidad le molestó más de lo
que esperaba así que decidió demostrárselo:- Aunque estás haciéndote el
valiente estás muerto de miedo, deben de haberte hecho daño porque también
sientes mucho dolor, además de dos tipos, físico pero también psicológico, por su
magnitud diría que por la pérdida de alguien importante; estás muy preocupado
por la niña, que también es muy importante para ti y quieres protegerla. La niña
por el estilo aunque quizás está un poco menos atemorizada que tú, por lo que
veo debéis de haber presenciado cosas terribles. Sois hermanos ¿Verdad?-.
Pero el chico no respondió, estaba
demasiado sorprendido:- ¿Cómo sabes todo eso? ¿Eres adivina?-.
Kaila se rio:- Que va, puedo ver lo
que sentís a través de vuestros ojos, si son muy fuertes puedo sentirlos yo
misma-.
Al escuchar aquello la niña se
arrastró hacia Kaila, se sentó en sus piernas y la abrazó:- Lo siento-.
Sonrió, era muy lista, era consciente
de la magnitud del dolor que sentía por lo que había deducido que su nueva
compañera también lo estaba sufriendo.
-¿Cómo habéis acabado vosotros aquí?-.
La niña se recostó en ella y el chico
se estremeció:- Atacaron nuestro pueblo, vimos cómo asesinaban gente, a algunos
de los adultos se los llevaron pero no sabemos para que, a nuestros padres y a
nosotros nos dejaron juntos al principio pero un día vino un señor y les dijo
que era hora de jugar, no sabemos lo que les hicieron pero cada día aparecían
más mal heridos hasta que, a la semana, murieron. Nos llevaron a la zona de
niños y nos hicieron pruebas, algunas muy dolorosas, cuando terminaban nos
dividían en dos grupos, uno era el bueno y otro el malo, nosotros acabamos en
el malo, pensamos que nos iban a matar, estuvimos sin comer y beber mucho
tiempo pero esta mañana nos dieron un poco de agua y pan y nos trajeron aquí,
luego apareciste tú por eso creíamos que eras nuestra asesina-.
Kaila tragó saliva:- Vaya-.Algo le
olía mal ¿Por qué alimentar a dos niños a los que iban a dejar morir? ¿Era
coincidencia que les hubiesen llevado a la misma celda? Imposible; se le
revolvió el estómago al intentar imaginar qué era lo que tenían planeado, todo
aquello era una locura.
La niña comenzó a jugar con el pelo de
Kaila:- Nos vas a salvar ¿Verdad?-.
Al instante se le formó un nudo en la
garganta ¿Qué debía decir? No podía desvelarles su teoría:- Lo… lo intentaré,
de verdad que me gustaría sacaros de aquí-.
El niño suspiró y la niña se quedó
relajada entre sus piernas; Kaila estaba intentando encontrar una solución
cuando se escuchó el sonido de la puerta al abrirse, todo su cuerpo se tensó y
los niños se escondieron con dificultad detrás de ella. Se levantó y se encaró
como pudo al musculoso hombre que tenía delante, pero cuando se encontró con
sus ojos se quedó sin respiración. Instintivamente agarró a los niños, algo que
le debió parecer divertido al carcelero porque sonrió.
-Te lo advierto, ni se te ocurra
acercarte-.
Él se acercó unos cuantos pasos y sonrió:- O
qué-.
Kaila no vaciló:- O te daré una paliza
que no olvidarás en la vida-.
Como era de esperar el hombre no hizo
caso, alargó la mano para coger a uno de los niños y, en cuanto lo hizo, Kaila
lanzó su pierna, le dio una fuerte patada en la barbilla que le desorientó y
luego le incrustó el pie en la boca del estómago lo que hizo que se apartase,
tambaleante. Kaila intentó acercarse para rematarle pero las cadenas se lo
impidieron, quiso deshacerse de ellas tirando pero no consiguió nada. Los
niños sonrieron al ver la fuerza de su nueva compañera, debían de sentir por
primera vez algo de esperanza, pero el haber podido darle un par de golpes no
cambiaba la situación en la que se encontraban y Kaila era muy consciente de
ello.
El hombre le lanzó una mirada
envenenada pero ella se mostró impasible:- Serás zorra, vamos a ver hasta dónde
llega esa resistencia-. Lanzó un silbido y otros dos guardias aparecieron;
sintió como se le encogía el estómago ¿Qué iba a hacer?
-Encadenadla en la pared, no quiero
que mueva ni una sola parte de su cuerpo-.
Los soldados obedecieron al instante,
en cuanto sintió sus manos encima comenzó a forcejear, les dio unos cuantos
golpes que les hizo retroceder pero no tardaron mucho en conseguir su objetivo.
Sintió como apoyaban sus muñecas en el frío hierro y las aprisionaban con unas
nuevas cadenas; los niños, al ver que la situación se estaba complicando, se
separaron cuanto pudieron y se acurrucaron en una esquina intentando de esa
manera pasar desapercibidos. Cuando por fin consiguieron atar sus tobillos y su
abdomen el hombre acercó su rostro al de ella; podía sentir
perfectamente su aliento putrefacto, pero no se echó hacia atrás.
-Te va a encantar lo que te voy a
mostrar ahora, encanto-. Kaila frunció el ceño y le escupió en la cara; el
hombre gritó violentamente y, cuando se hubo limpiado, le dio un inesperado
puñetazo en la cara. Tuvo la sensación de que la cabeza le había comenzado a
dar vueltas, la nariz empezó a sangrarle por los dos orificios, sentía como sus
piernas le temblaban pero gracias a los grilletes nadie se dio cuenta. El
hombre le agarró con rudeza por la barbilla herida y, cuando se encontró con
sus ojos, susurró:- Empecemos-.
Este se volvió hacia los niños justo
cuando alguien metía un extraño instrumental en la sala, al principio Kaila no
supo interpretar para qué podían necesitar aquello, pero cuando escuchó los
gritos de los pequeños todo encajó.
-¡No! ¡Espera! Sé que te gustaría
jugar conmigo a ese juego ¿Verdad? Déjalos en paz-.
Él se dio la vuelta un momento y
sonrió:- Entonces no sería divertido-.
El niño se había puesto delante de su
hermana, el pecho le subía y le bajaba a una velocidad vertiginosa; al verle el
hombre le cogió por la camiseta y le lanzó por los aires provocando que se
diera un fuerte golpe contra la pared. El niño intentó como pudo volver junto a
la pequeña pero uno de los guardas le cogió, le arrancó la camiseta y le colgó
al techo por las manos. El hombre cogió a la niña por su pelo y la arrastró
hasta donde tenía el material, luego la sentó en una silla y la inmovilizó con
unas hebras de cuero.
-Vamos a jugar a un juego ¿Vale? Yo te
voy a hacer una serie de cosas que te van a doler pero tú tienes que intentar
no gritar porque si lo haces castigaremos a tu hermano ¿Lo has entendido?-.
Al escuchar aquello Kaila comenzó a
luchar otra vez contra sus ataduras:- No lo hagas, son sólo niños-.
Él sacó un cuchillo, lo apoyó en el
brazo de la niña y miró a Kaila:- Por eso mismo lo hago-.
Y dicho aquello comenzó a dibujar una
línea por el brazo de la pequeña, la sangre brotó al instante y el primer grito
salió de entre sus labios.
-Vaya, pues sí que empezamos mal-.
El soldado que había al lado del niño
sacó un látigo bañado en una especie de sustancia química y le pegó con todas
sus fuerzas en la espalda, al ver aquello Kaila no pudo reprimir una arcada, la
piel que había sido tocada por aquel líquido se estaba deshaciendo. Al percatarse la
niña comenzó a llorar lo que fue un grave error porque había otro castigo para
esos casos.
-Anda, no te lo he dicho, si lloras,
también te lo haremos a ti-.
-¡No!-. Pero el grito de su hermano no
sirvió de nada, el látigo colisionó con la pequeña espalda de la pequeña, el
dolor era tan insoportable que la niña gritó hasta que sus cuerdas vocales se desgarraron, lo que hizo que su
hermano recibiese uno más.
Kaila intentó apartar la mirada,
aquello era insoportable, pero el soldado que había a su vera la obligaba a
contemplar la escena. Las torturas fueron aumentando conforme pasaba el tiempo,
los gritos y las súplicas resonaban en los tímpanos de la joven provocándola un
terrible dolor de cabeza, ya ni siquiera era capaz de reconocer aquellas masas
palpitantes que se retorcían en el suelo, no podía entender cómo sus corazones
podían seguir latiendo. Estaba a punto de perder el conocimiento, el olor de
la sangre y la carne quemada había penetrado en ella provocándola unas fuertes
arcadas, si seguía en pie era gracias a las cadenas que la aprisionaban contra
la pared. Estaba a punto de caer inconsciente cuando el hombre se acercó a ella
y le dio un par de bofetadas para que se despejase.
-Ya no eres tan fuerte ¿Verdad?-. La
agarró con fuerza de la mandíbula y la obligó a ver lo que quedaba de los
niños:- Mírales, ni siquiera parecen humanos y de algún modo siguen con vida-.
No pudo aguantarlo más, sintió como un
líquido caliente subía rápidamente por su garganta, intentó retenerlo en la
boca pero no lo consiguió, lo expulsó casi con ansiedad hasta que su estómago
se vació. El hombre había conseguido apartarse a tiempo, cuando la joven
terminó él comenzó a reírse.
-Vaya, muy bonito, será mejor que lo
dejemos por ahora, pero no te equivoques-. Su semblante se ensombreció y con
fuerza atrapó la garganta de Kaila entre sus manos:- No te dejaré en paz, cada
media hora vendré con otro par de niños y les haré lo mismo que a estos, te
haré verlo una y otra vez hasta que no seas capaz ni de saber quién eres-.
La soltó bruscamente, luego cogió un
cuchillo y se acercó a lo que quedaba de la niña, no quiso demorarse más por lo
que se lo clavó directamente en el pecho; luego le tocó al niño, cuando le
cogió Kaila pudo distinguir sus ojos y no pudo aguantar las lágrimas cuando vio
que lo último que iba a sentir antes de morir iba a ser un oscuro odio hacia
ella por haberles dado falsas esperanzas.
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