Nunca sabes lo que
el destino te depara, mientras creces te vas haciendo una idea de cómo quieres
ser y a qué te quieres dedicar, piensas que nada en el mundo puede hacer que
cambies de idea porque crees que eso es lo que realmente deseas; pero a veces esas
ideas que te habías hecho son solamente fantasías de niña, piensas que la vida
es como un cuento de hadas hasta que descubres que todo es más complicado de lo
que parece. Yo era una de esas personas, vivía felizmente en mi burbuja sin
preocuparme por lo que pasaba en la sociedad, en mi cabeza sólo existía una
cosa, la victoria; para mí lo único verdaderamente importante era entrenar y
ser la mejor jinete de España, o incluso mejor, del mundo. Llegó un momento en
el que me cegué por el reconocimiento que estaba consiguiendo y me creí el
centro de atención. Sin embargo una muerte repentina hizo que mi vida diese un
giro de ciento ochenta grados, pensé que aquel acontecimiento era lo peor que
me había ocurrido, tendría que abandonar todo lo que para mí era importante,
incluyendo los concursos, odié a mis padres; pero entonces algo hace que abras
los ojos y te das cuenta de que lo que tú has pasado no es nada comparado con
lo que padecen otras personas y, lo curioso, es que ellos son los que siempre
lo afrontan con una sonrisa. Yo tuve la increíble suerte de conocer a una de
ellas y fue la que consiguió salvarme de aquel mundo de grandilocuencia en el
que estaba metida; cambié y gracias a ello mi futuro ha sido rescrito, quizás
no sea tan deslumbrante como era mi anterior sueño, pero este nuevo destino me
dejará auxiliar a otras personas y ayudarlas a brillar aunque sólo sea un corto
periodo de tiempo.
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