Todavía
podía escuchar los pasos frenéticos de los enfermeros que había a mi alrededor.
Me costaba mucho respirar, ni siquiera la mascarilla que me habían puesto para
que me llegase oxígeno a los pulmones estaba surtiendo demasiado efecto, el
pecho cada vez me dolía más, parecía que me iba a explotar de un momento a
otro. Un grito se quedó atrancado en mi garganta, aquello era insoportable; una
lágrima escapó de entre mis párpados y recorrió mi pálida mejilla lentamente.
Noté como una persona se inclinaba hacia mí y me susurrara que aguantase, que
todo iba a salir bien. Al escuchar aquellas palabras tuve ganas de soltar una
risita, seguramente lo hubiera hecho si hubiese tenido las fuerzas suficientes;
ambos sabíamos la verdad, todos los que estaban conmigo en ese momento lo
sabían, no había conseguido un donante de corazón a tiempo y quizás las
situaciones que había tenido que afrontar esos días hubiesen tenido algo que
ver, demasiadas emociones para mi frágil órgano; pero no me arrepentía de las
decisiones que había tomado, había hecho lo mejor, después de todo, nadie me
había asegurado que iba a conseguir un donante y yo sabía perfectamente que era
muy complicado. Todo mi cuerpo comenzó a dolerme y mis conductos respiratorios
colapsaron, no conseguía respirar. Cada vez me costaba más seguir consciente,
todo lo que había a mi alrededor comenzó a parecerme difuso, las figuras se
tambaleaban y entremezclaban como si fuesen espectros, espectros que esperaban
mi final para que me uniese a ellos. Volví a escuchar la voz del doctor en mi
oído pero en esa ocasión sus palabras me parecieron incomprensibles. Me estaba
yendo y el equipo médico no conseguía impedirlo. El miedo comenzó a atenazarme
así que intenté dejar mi mente en blanco, no debía asustarme, había conseguido
realizar mi sueño antes de que mi corazón colapsase, debía sentirme orgullosa e
irme de aquel mundo feliz; por supuesto que me hubiese alegrado vivir mucho más
y disfrutar de todo lo que había logrado, pero si no podía ser por lo menos
había conseguido el sueño de mi vida. Sin embargo, aun siendo consciente de
ello, mi deseo de vivir lo único que hacía era aumentar, quería disfrutar de mi
triunfo, quería conocer el significado de estar enamorada, quería saber hasta
dónde podía llegar después de todo mi esfuerzo; el dolor incrementó y con él mi
angustia, no era justo, merecía seguir viviendo, con diecisiete años no me
había dado tiempo a nada. Sentí que alguien agarraba con fuerza mi helada mano
en un vano intento de que mi alma todavía no se desprendiese de mi cuerpo; casi
no notaba mis articulaciones, me sentía entumecida y rápidamente supuse que era
una mala señal; así que relajé todo mi ser y comencé a recordar aquella
temporada en la que pude vivir mi sueño, si iba a morir, por lo menos lo haría
recordando aquellos buenos momentos disfrutando de la música y conociendo lo
que era el verdadero amor.
-Lo
siento mucho, pero tu corazón no podrá aguantar mucho tiempo-.
Contuve
la respiración, siempre había sabido que no gozaba de buena salud, desde que
tenía memoria había tenido que ir a revisiones y tomarme medicamentos para que
los síntomas de mi frágil cuerpo estuviesen controlados, pero el hecho de que a
esas alturas, cuando ya creía que mi doctor me iba a dar el alta, insinuase que
corría un grave peligro, me dejó completamente helada.
Sentí
cómo mi abuelo se removía en el asiento de al lado, se había enojado:- ¿Qué nos
está queriendo decir? ¿Qué mi nieta va a morir? ¿Es eso? Pues les denunciaré
por fraude ¿De qué ha servido entonces todas las revisiones y las medicinas que
hemos pagado para que se recuperara?-.
-Señor,
cálmese por favor y escuche-.
Mi
abuelo no parecía muy dispuesto a obedecer y yo no me encontraba con las
fuerzas suficientes para tranquilizarle así que simplemente cogí su mano y miré
fijamente al doctor, dándole a entender que podía proceder.
-Veréis,
todas esas revisiones y esos gastos si que han tenido una finalidad y era o
curarla por completo o retrasar todo lo que pudiésemos el deterioro del
corazón, la verdad es que teníamos muchas esperanzas en que fuese lo primero
pero no lo hemos conseguido. Si no hubiésemos hecho todo eso seguramente su
nieta no hubiese aguantado hasta los diecisiete años-.
-¡Tonterías!-.
Comenzó a gritar mi abuelo; suspiré, yo era la más afectada de los dos pero no
me ponía a gritar como una loca, además, quería escuchar lo que nos tenía que
decir el doctor, necesitaba saber si podía haber alguna solución, así que me
armé de valor y le detuve.
-Abuelo,
basta-. Este calló a regañadientes:- Doctor, Dígame que soluciones hay-.
Él
entrelazó sus dedos y me miró muy serio:- Llegados a este punto sólo hay una
solución, necesitas un trasplante-.
Se
me formó un nudo en el estómago, eso significaba que tenía que estar con el
pecho abierto y sin corazón unos segundos, eso sin contar con el hecho de que
encontrar un donante compatible de corazón era muy complicado. Era una
operación muy arriesgada y con muchas posibilidades de fracasar.
-¿No
hay otra manera?-.
El
doctor negó con la cabeza:- Lo lamento mucho-.
Después
de aquello conseguí sacar del hospital a mi abuelo sin que montase una de las
suyas; ya estaba apuntada en la lista y me habían permitido seguir con una vida
normal hasta que consiguiese un donante, sin embargo yo no quería volver a mi
rutina después de aquella noticia, al vivir sola con mis abuelos no había
muchas cosas que hacer que no fuesen jugar al parchís y a las cartas. Al estar
en pleno mes de julio no había clases, todos mis compañeros estaban de
vacaciones y para llegar a la piscina tenía que coger el autobús, algo que les
desagradaba a mis abuelos porque, según ellos, en esos artefactos había
demasiados gérmenes. Mi vida en Madrid estaba resultando ser muy aburrida. Dejé
a mi abuelo en un taxi y me despedí de él, le había prometido que volvería a
casa lo antes posible pero que tenía que estar un rato a solas. En parte
aquello era verdad, delante de ellos no podía permitirme el derrumbarme, sabía
que no podrían aguantar si yo no era fuerte; cuando murieron mis padres en el
accidente de coche casi perdí también a mis abuelos; no iba a permitir que esa
situación se repitiera.
Mientras
deambulaba por las calles de Madrid las lágrimas comenzaron a brotar solas,
sentía la sombra de la muerte a mi espalda y eso me incomodaba, quizás hubiese
estado mejor si me lo hubiesen ocultado, pero al instante me arrepentí,
seguramente hubiese sido peor si me diese un ataque al corazón estando en la
ignorancia. Mis piernas se detuvieron y mi mirada se quedó clavada en el
edificio que tenía en frente, era un auditorio. Todavía no entendía muy bien
como había acabado en aquel lugar, mi sueño siempre había sido ser cantante, mi
madre lo había sido, de pequeña había viajado a varios países con ellos por sus
giras. Cuando me encontraba mal o me iba a dormir ella me acunaba entre sus
brazos y me cantaba una de sus canciones junto con mi padre, que le hacía los
coros mientras tocaba la guitarra. Las lágrimas volvieron a surgir, todavía
sentía su falta como una espina clavada en mi pecho, en un momento tan difícil
como en el que me encontraba echaba de menos aquella hermosa voz y las dulces
notas de la guitarra de mi padre que la acompañaban, eso sí que era medicina
para el alma. Me apoyé pesadamente en el muro que rodeaba el edificio, me llevé
la mano al corazón y comencé a cantar la canción de mi madre. Al instante mi
voz comenzó a resonar en la calle, se parecía bastante a la de ella pero era un
poco más grave; la letra comenzó a envolverme y durante los tres minutos que
duró la canción sentí que la tristeza me abandonaba y el espíritu de mi madre
me acogía entre sus brazos, animándome y cuidándome. Cuando callé y el silenció
reinó, la burbuja se rompió y mi madre desapareció por lo que el sentimiento de
desamparo regresó.
Me tapé la cara con las manos y respiré hondo, intentando
así tranquilizarme; no me di cuenta de que alguien me había estado escuchando
hasta que sentí su presencia a mi lado. Levanté la vista rápidamente y pegué un
brinco al encontrarme el rostro de un joven a unos centímetros del mío.
-Dios,
qué susto-.
El
joven se quitó el sombrero que llevaba puesto y se pasó la mano por su pelo
corto y rizado mientras me sonreía:- Perdona-.
Aquello
me desconcertó unos segundos, su sonrisa era impactante y sus brillantes ojos
color miel eran hipnotizadores; mis mejillas se sonrojaron:- ¿Querías algo?-.
Separó
su mano de sus cabellos color avellana y se puso de nuevo el sombrero:- Sí,
verás, es que te acabo de oír cantar y me has impresionado-.
Comencé
a jugar nerviosamente con una de mis mechones rojizos; era realmente atractivo,
su piel estaba bronceada, era alto y no muy musculoso; llevaba unos vaqueros
negros con una cadena colgando de su lateral izquierdo, una camisa blanca de
manga corta con una estrella en el centro y un chaleco negro por encima; no
sabía por qué pero me parecía que ya le había visto en alguna parte.
Rápidamente dejé de observarle y me apresuré a contestar:- Gracias-.
-¿Vienes
a presentarte?-.
Le
miré sin comprender:- ¿Qué quieres decir?-.
-Bueno,
supuse que si estabas cantando delante del auditorio sería porque te estabas
preparando por una prueba o porque venías a grabar un disco-.
Miré
alternativamente al edificio y al joven y entonces me di cuenta de por qué me
resultaba tan familiar:- Madre, eres Óliver Stark, no te había reconocido,
perdona; no vengo a ninguna audición, simplemente estaba paseando y he
comenzado a cantar pero no tiene nada que ver, además mis abuelos no lo
permitirían-.
-Tranquila,
no tienes que disculparte ¿Por qué no te dejan tus abuelos?-.
-Es
complicado-. No estaba dispuesta a contarle mi drama familiar a un recién
conocido.
-¿Y
tus padres?-.
Me
tensé, era extraño, lo había dicho ya varias veces pero todavía me afectaba:-
Fallecieron, vivo con mis abuelos-.
Óliver
agarró mi blanquecina mano, el contraste entre nuestras pieles era exagerado:-
Lo siento-.
-No
te preocupes, mis padres fueron cantantes así que puedes hacerte una idea de
los motivos que tienen para no dejarme-. “Sin mencionar mi problema de corazón
y el trasplante que me tienen que hacer dentro de poco” Pero eso no pensaba
sacarlo a la luz:- Aunque mi sueño siempre ha sido convertirme en una cantante tan
buena como ella-.
Él
me sonrió abiertamente y yo no tuve más remedio que devolvérsela.
-¿Me
podrías decir tu nombre?-.
-Jésica
Alcántara, pero llámame Jess-.
-Muy
bien, pues acompáñame Jess-.
No me dio tiempo a responder, tiró de mí con
facilidad y me introdujo en el edificio alegando al vigilante que era una
familiar suya. No pude ni fijarme en el aspecto del edificio, Óliver me metió
corriendo en el ascensor y no me dejó hablar en todo el trayecto; cuando se
abrieron las puertas en el cuarto piso volvimos a la carrera, Óliver estaba a
punto de abrir la puerta en la que ponía director cuando una joven de cabello
rubio y corto de ojos azules salió de la sala y se interpuso en nuestro camino.
-¡Oli!
¡Cuánto tiempo!-.
-Saray-.
Dijo impaciente mi acompañante.
-¿Sabes?
Acabo de hablar con el director, sabía que estaban buscando a una buena
cantante femenina para la discográfica, ya sé lo que me dirás, pero si tú
tienes ya discográfica, pero me gusta mucho más esta, además así nos podremos
ver más a menudo ¿No te parece genial?-.
-Muy
bien Saray, pero no te hagas demasiadas ilusiones, hay más candidatas, ahora si
me disculpas tengo prisa-.
Si
Saray se molestó no se notó en absoluto, ella sonrió y luego clavó sus
penetrantes ojos en mí:- Y ¿Quién es tu amiga?-.
Me
estremecí, no parecía muy contenta:- Soy Jess-.
-Jess
y ¿Qué hace aquí?-. Ya no se dirigía a mí.
-Pelea
por el mismo puesto que tú en la discográfica-.
-¡Qué!-.
Aquello me pilló desprevenida ¿Acaso no había dejado claro que en mi caso era
imposible? Miré de reojo a Saray, al hacerlo tuve la sensación de que estaba a
punto de abalanzarse sobre mí y estrangularme, no le habría hecho mucha gracia
enterarse de que el chico por el que quería cambiarse había elegido a otra.
-Pues
no lo creo-. Dijo mientras me fulminaba con la mirada:- El director me ha dado
su aprobación, una desconocida no podrá compararse con una profesional como
yo-.
Óliver
la apartó y abrió la puerta:- Eso ya lo veremos-. Y sin decir nada nos
adentramos en la sala.
Me
quedé un momento mirando la puerta y luego me volví de nuevo a él:- ¿Acaso me
quieres utilizar para no tener de compañera a esa chica? Porque no me parece
nada bien-.
Óliver
pareció sorprenderse:- ¿Qué? ¡No! ¡No lo malinterpretes!-.
-Bueno,
antes de que sigáis con vuestra discusión ¿Me decís para que habéis entrado en
mi despacho?-.
Los
dos nos callamos y miramos al hombre que había sentado en el escritorio que
teníamos delante, a su espalda había unas amplias vidrieras que mostraban toda
la ciudad de Madrid. Cuando se inclinó hacia delante todo mi cuerpo se tensó,
no tenía ni idea de cómo había llegado a esa situación.
-Director,
le traigo a la cantante que estaba buscando-.
El
hombre señaló la puerta:- Ya la he encontrado hace un momento y la verdad es
que será mejor tener a una cantante ya iniciada-.
-Señor,
escúchela, tiene una voz espectacular, verá que merece la pena elegirla-.
El
director me examinó con detenimiento e inconscientemente agarré con más fuerza
la mano de Óliver:- Es guapa, aunque quizás demasiado pálida pero eso se puede
solucionar con algo de maquillaje-.
Óliver
pareció molestarse y dio un paso hacia delante:- Señor, por favor, escúchela-.
Me
mordí el labio y me acerqué lentamente a Óliver:- Oye, creo que me debería ir,
yo ni siquiera quería venir aquí-.
Entonces
él me agarró los hombros y me miró fijamente a los ojos lo que me dejó
totalmente helada:-Jess, ahora tienes la oportunidad de cumplir tu sueño y
seguir los pasos de tu madre, ignora a tus abuelos, hazlo por ella y por ti, es
tú vida no la de ellos-.
-¿Algún
problema?-. Preguntó el director; nosotros nos mantuvimos en silencio,
mirándonos el uno al otro, mis principios se removían, confusos, en mi cabeza;
no sabía qué hacer, él tenía razón pero no quería decepcionar a mis abuelos, no
soportaría fallarles.
-Bueno,
veo que ella no está dispuesta así que marchaos-.
Me
quedé unos segundos más donde estaba, los ojos de Óliver estaban consiguiendo
que me dejase llevar por mis deseos de cantar; no podía permitirlo así que
aparté la mirada y comencé a caminar hacia la puerta.
-Jess,
por favor-. Le ignoré, tenía que salir de allí cuanto antes, debía pensar en mis
abuelos; agarré con fuerza el pomo pero cuando estaba a punto de salir la cara
sonriente de mi madre mientras me cantaba apareció ante mis ojos e hizo que me
detuviese. Un par de lágrimas afloraron de nuevo y fue cuando supe que si salía
de allí sin cantar cometería el mayor error de mi vida; corría un serio riesgo
de morir, si quería realizar mi sueño ese era el momento, así que me di la
vuelta con valentía y comencé a cantar la canción de mi madre; sentí su aura de
nuevo, protegiéndome; la melodía comenzó a calar en la sala y mi alma volvió a
sucumbir a la tranquilidad que aquella letra me transmitía.
Cuando
terminé miré confundida a mis espectadores que parecían estatuas de mármol;
comencé a ponerme nerviosa así que me di la vuelta para marcharme creyendo que
acababa de hacer el ridículo, pero el director se levantó de su sillón y
gritó:- Chica, estás dentro-. Rápidamente cogió el teléfono y comenzó a poner
mi debut en movimiento; no me lo podía creer, acababa de comenzar mi sueño y lo
había hecho gracias a mi madre.
(Continuará el próximo jueves).
(Continuará el próximo jueves).
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