Desde la
antigüedad los sueños han sido considerados una forma de contacto con la
divinidad y la mejor forma de vaticinar eventos futuros. Nos traen cada noche
universos insólitos, personajes misteriosos, visiones infernales o angelicales
y episodios maravillosos que no podríamos vivir despiertos. Estas quimeras pueden
llegar a tener un significado, pero muchos de ellos no llegan nunca a cumplirse
porque simplemente en ellos suceden hechos que superan nuestro razonamiento,
nuestra lógica.
Sin embargo,
por otro lado, también podemos tener sueños que puedan manifestarse en nuestras
vidas cotidianas; nosotros pensamos que esto ocurre porque tienen una base, es
algo que podemos alcanzar simplemente con esfuerzo. Sin embargo ¿Cómo podemos
estar tan seguros? ¿Cómo sabemos que esas cosas magníficas que superan nuestro
entendimiento no son realidades? Es simplemente porque no tenemos pruebas, todo
nuestro mundo se desarrolla ante esta actividad y, a causa de eso, no somos
capaces de creer que esas imágenes
utópicas que vemos por las noches pueden llegar a ser posibles.
Por ese motivo
nuestro mundo puede llegar a destruirse cuando descubrimos que algunos de esos
sueños irracionales pueden ser reales y
es ahí cuando nos empezamos a plantear cuales pueden ser reales y cuáles no.
Nunca nos
tenemos que dejar llevar por las apariencias porque a veces lo que parece ser
real es ficticio y lo que parece ficticio es real. Nosotros tenemos que estar
preparados para ciertos descubrimientos que nos podrían llegar a cambiar
nuestras vidas.
Cuando llega
el viento otoñal sabemos que se va a llevar consigo el verano para dar lugar a
la siguiente estación, al igual que pasa con las estaciones puede ocurrir con
nuestras vidas, puede que un día una ráfaga de viento llegue y se lleve consigo
la tapadera que escondía una verdad, realidad que te han podido ocultar por
diferentes motivos.
Por ello no hay que ignorar las pistas o
evidencias que descubres o las que te proporciona el inconsciente, a veces,
para descubrir quién eres realmente, debes dejar que ese viento te guíe hasta
ese secreto por muy dañino que pueda llegar a ser
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