Aquí os dejo la quinta parte de la historia "la fuerza de vivir", si no os habéis leído las anteriores os recomiendo que lo hagáis antes de seguir con esta.
Siento la tardanza y ¡ESPERO QUE OS GUSTE!
El equipo técnico del programa
revoloteaba sin cesar a mí alrededor
intentando recoger lo más rápidamente posible para poder salir de una
vez; estaban tan concentrados que ninguno se dio cuenta de que yo seguía sentada
en el sillón del invitado, impávida, sin las fuerzas necesarias para poder
levantarme y huir a la comodidad de mi casa.
Mis compañeros no parecían darse
cuenta de mi deplorable estado anímico, se encontraban sumergidos en su
particular burbuja de felicidad, disfrutando de la supuesta victoria que
habíamos conseguido aquella tarde. Sabía que yo también debería estar celebrándolo
con ellos y agradeciéndoles que en todo momento me hubiesen apoyado, pero por
alguna extraña razón no conseguía sentirme igual que ellos, me sentía sucia;
era verdad que había intentado no manchar la reputación de Saray, sin embargo
eso no borraba las cosas que había dicho sobre mí; estaba convencida de que iba
a tener grandes problemas.
Suspiré, agotada; no sabía en lo
que me había metido cuando firmé el contrato con la agencia. Alguien carraspeó
a mi espalda y yo pegué un respingo, sorprendida.
-Lo siento-. Me giré para ver
quién era el oportunista que me había sacado de mi ensimismamiento y me tensé
al ver que se trataba de Óliver; él bajó la cabeza:- No quería asustarte-.
Me di la vuelta de nuevo y,
nerviosa, comencé a mirarme las uñas:- No te preocupes-.
El joven tardó unos segundos en
volver a hacerse notar, dio unos pasos más para ponerse en frente de mí y lo
intentó de nuevo:- Has estado muy bien hoy-.
Solté una risa sarcástica:- Sí,
dejar en ridículo a una persona está genial-. Óliver se encogió por el tono en
el que se lo solté y yo me mordí la lengua ¿Por qué estaba siendo tan borde con
él? En realidad no quería, pero ya no sabía cómo debía comportarme a su lado,
me resultaba muy incómodo.
-Jess, ella fue quién empezó, tú
sólo te has defendido-.
Por primera vez desde que se
acercó a mí, levanté la mirada y le miré directamente a los ojos:- Pero eso no
significa que me tenga que sentir bien por haber hecho daño a una persona-.
Óliver pareció sorprenderse por
la intensidad de mis palabras; creí que haciendo eso podría mantener las
distancias con él, pero acabó teniendo el efecto contrario; el joven se armó de
valor, frunció el ceño y me dijo lo que había intentado decirme desde un
principio.
-No quiero que esto siga así
entre nosotros Jess, el otro día no pasó absolutamente nada; estábamos molestos
e irascibles, pero en realidad no dijimos nada tan serio como para tener que
sentirnos incómodos el uno con el otro-.
Me quedé sin respiración unos
segundos ¿Estaba siendo sincero? ¿Acaso no se acordaba de lo que me había
insinuado? Sentí un ardor en la boca del estómago; no sabía si me molestaba más
el hecho de que estuviese negando aquella conversación que había comenzado a cambiarlo todo o la frustración que sentía
por no poder sincerarme con él.
-¿No? ¿De verdad?-. Escupía las
palabras como si de veneno se tratase:- Pues yo estoy muy segura de que sí
dijiste algo lo suficientemente fuerte como para que nos hayamos distanciado-.
Ante mi inesperado ataque esta
vez fue Óliver quien se enfadó:- Te estás pasando, sólo insinué una posibilidad
que, por cierto, no es tan disparatada, pasamos la mayor parte de nuestro
tiempo, juntos ¿Te parece algo tan raro que puedan surgir algo entre
nosotros?-.
Enmudecí, sabía que estaba en lo
cierto, es más, yo cada vez estaba más perdida en aquellos sentimientos que
habían ido floreciendo en mi corazón desde que nos habíamos conocido. El
problema era mío, tenía demasiado miedo.
-Sólo…-. Suspiré:- Sólo quiero
aclarar las cosas, no quiero hacerte una idea equivocada-.
-Yo tengo las ideas muy claras-.
Su tono no mostraba atisbo alguno de vacilación:- La que creo que está
confundida eres tú-.
No podía rebatir aquello;
entrelacé mis manos y bajé la mirada, rendida ¿Y ahora cómo demonios iba a
poder evitar las preguntas que sin duda debían de haber empezado a formarse en
la cabeza de mi compañero sin tener que decirle la verdad?
-Jess-. Cerré los ojos y esperé
con impaciencia el primer ataque:- Lo único que quiero es que volvamos a estar
igual que antes, sólo te pido eso-.
La sorpresa hizo que abriese la
boca exageradamente. Óliver podía ser muchas cosas, pero sin duda no era tonto,
si algo había aprendido del tiempo que habíamos pasado juntos era que el joven
era una de las personas más perceptivas que había visto. En nuestra última
conversación ya había dejado caer que tenía ciertas sospechas sobre mi
sinceridad y en ese momento había tenido la oportunidad perfecta para hacerme
presión y obligarme a contarle todo lo que escondía ¿Por qué no lo había hecho?
Sabía que lo mejor para mí era
dejarlo pasar, pero simplemente no podía hacer eso:- ¿No tienes nada que
preguntarme?-.
Óliver me sonrió y se llevó una
mano a la nuca:- Sinceramente tengo un montón, sé que hay algo que escondes, lo
sé desde hace tiempo, pero también creo haberte conocido suficientemente este
verano como para imaginarme que si no eres capaz ni de decírmelo a mí es porque
hay una razón-. Me encogí de hombros, que aquel chico supiese tantas cosas de
mí sin habérselas contado me hacía sentirme desnuda:- Creo que si te doy algo
de tiempo en un futuro acabarás contándomelo, supongo que cuando te sientas
preparada, pero hasta entonces no pienso tocar el tema, no quiero presionarte-.
Aquellas palabras, aquella
mirada, aquella dulce expresión que siempre había puesto cuando estaba conmigo…
Tuve que agarrar con fuerza los brazos del sillón en el que estaba sentada para
evitar salir corriendo hasta él y besarle como nunca antes lo había hecho ¿Por
qué era tan duro? No quería seguir estando enferma, era horroroso tener que
estar pensando siempre en los que me rodeaban, en el daño que podría hacerles
si las cosas acababan mal, en las personas que podían salir huyendo al
descubrir mi condición por miedo a encariñarse conmigo y acabar lastimadas, en
aquellas que solían aparentar ser lo que no eran por compasión… había tantas
maneras incómodas de reaccionar ante una persona enferma que ya había perdido
la cuenta. Me había llegado a acostumbrar, en algún momento de aquel
interminable trayecto creí incluso haberme hecho inmune; pero aquella barrera que había
formado a mi alrededor para protegerme había comenzado a desmoronarse a causa
de ese joven y estaba espantada ¿Cómo reaccionaría él? ¿Cuál sería su manera de
encajar mi enfermedad? ¿Llegaría un momento en el que mi egoísmo superase mi
deseo de protegerle y le contase la verdad? ¿Podría soportar verle sufrir por
mi culpa? Eran tantas las preguntas sin responder y tanto el dolor que me
producían que tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no
acabar llorando como un bebé.
Óliver debió darse cuenta de mi
turbación porque se agachó a mi lado y apoyó una mano en mi rodilla:- ¿Jess?
¿Estás bien?-.
Tragué saliva e intenté que mi
voz no temblara:- ¿Sabes que eres el chico más raro que he conocido en mi
vida?-.
Sonrió:- Raro, quizás, pero en
guapura no me gana nadie-.
Consiguió sacarme una risa:- Eres
idiota-.
-¿Esto significa que está ya todo
solucionado?-. Yo sonreí y asentí tímidamente, rápidamente Óliver se levantó de
un salto y me tendió la mano:- ¡Estupendo! Entonces, para celebrarlo, os invito
a todos a una Coca-Cola en la cafetería de este estudio de televisión-.
Le agarré y por fin me levanté
del sillón:- Así se hace, pensando en una celebración a lo grande-.
-Oye, no te metas con esta
cafetería, es mejor de lo que piensas, sus donuts están buenísimos-.
-Está bien-. Dije en tono
juguetón:- Comprobemos cuál es el nivel de tu paladar-.
Con nuestra amistad de nuevo
arreglada y un ambiente juguetón nos unimos a mi equipo y nos fuimos a celebrar
todos juntos la felicidad que nos embargaba a todos aquella noche. Quién me hubiese
dicho en aquel momento que, en cuanto saliese de aquella cafetería, los
verdaderos problemas comenzarían a producirse.
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