Es extraño el efecto que ejerce
en nosotros la presencia de un niño. Su tacto, su manera de ver el mundo, la pureza
que desprende una simple mirada, la curiosidad que hace que puedan formar
universos llenos de sueños y esperanzas…
Irradian algo mágico, una
sensibilidad que muchos pierden con el paso de los años, una pureza que para algunos es difícil de manejar. Pero eso es lo que nos recuerda quiénes somos, es
lo que nos da vida, lo que nos transporta a esos tiempos en lo que lo único que
nos importaba era jugar con nuestros amigos hasta que llegaba la hora de la
cena y reír hasta que nos dolía el estómago.
El mundo de los niños supera
nuestro mundo terrenal, el de los deberes y las responsabilidades, todavía no
ha sido envenenado… o al menos no debería serlo.
Hay muchas razones por las que
los niños pueden perder su infancia demasiado rápido, y una de ellas es la
enfermedad.
En nuestros hospitales hay muchos
niños que, por motivos de salud, necesitan detener su tiempo, dejar guardado el
baúl de los juegos y madurar rápidamente para poder hacer frente a ese villano
que amenaza con obstaculizarle su futuro.
Los niños no son tontos, saben a
lo que se enfrentan, incluso si no se les dice nada pueden notarlo. Muchos
deciden despedirse del Peter Pan que hay en su interior y convertir la
enfermedad en el centro de su existencia, y es esto lo que nosotros no podemos permitir.
Pasar por algo así es muy duro,
aterrador, pero no podemos dejar que esa situación haga que el niño se
pierda una de las etapas más bonitas de la vida. Tenemos que convertir esas
paredes blancas en su habitación, transformar el hospital en el escenario de
una película de aventuras en la que él es el gran protagonista y hacerle
entender que esa medicina que en ocasiones le hace tanto daño es el arma que
necesita controlar para ganar la lucha.
Hoy, en el día del niño
hospitalizado, se ha empezado una campaña llamada: Te lanzo un beso. Unámonos a
este evento y enviémosles todo nuestro cariño para recargar su batería,
lancémosles todos los besos que podamos para que estos niños no pierdan su
alegría y veamos esa sonrisa que ilumina nuestro mundo.
Yo les lanzo un beso, un beso sincero que espero llegue a sus corazones.
¿Y tú? ¿Te unes?
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