La tarde estaba llegando a su fin y por la ventana se
empezaba a colar la luz rojiza del atardecer.
-Va siendo hora de que me vaya-.
Ian colocó los vasos sucios en el fregadero y se volvió
hacia ella:- ¿Tan pronto?-.
Ella se levantó de la silla y cogió su bolsa de deporte:-
Ian, está a punto de anochecer, creo que esa pregunta no es la correcta-.
Él levanto las manos, rindiéndose ante ella:- Está bien, pero antes
de que te marches quiero que veas el último cuadro que he dibujado-.
Ella se sorprendió:- ¿No eran todos tus cuadros los de la
sala?-.
-Si, pero tengo un par más arriba, los que más me
gustan y el último que he dibujado-.
Maika encogió los hombros y sonrió:- Está bien, no tengo
otra opción, he venido aquí para ver tus cuadros-.
-Acompáñame-.
Extendió su mano y las mejillas de Maika se sonrojaron antes de corresponderle. No pudo evitar acariciar con la yema de sus dedos las finas líneas de la palma del joven, parecía estar intentando leer su
futuro o el posible futuro que podían tener los dos juntos.
Dejó que la
arrastrase por las escaleras y que la guiase por aquel estrecho pasillo del segundo piso hasta llegar a la puerta
que le mostraría el mundo del chico que había conseguido hechizarla. Su corazón comenzó a acelerarse y ella, inconscientemente, se llevó una mano al pecho, preocupada por si su acompañante lo escuchaba.
Ian abrió la puerta y le ofreció con un
sutil gesto del brazo que entrase, ella sonrío y pasó temblorosa.
Todo estaba ordenado y en su sitio, las paredes estaban decoradas con
figuras aladas y mares llenos de criaturas míticas, una guitarra descansaba en
una esquina de la habitación y había un Golden sentado en una cesta, aunque salió corriendo hacia ella en cuanto la vio.
-¡Vaya! Qué calurosa bienvenida-.
Ian cerró la puerta:- Parece que le has caído bien-.
Maika se agachó para poder acariciarlo bien:- ¿Cómo se
llama?-.
Ian la imitó y se puso a su lado, dejando que el perro le
diese un par de lametones:- Rex, es muy bueno, aunque también muy juguetón-.
-Ya lo veo, ya-.
Maika se incorporó, dejando al perro en el suelo con su
dueño, y se acercó a los cuadros; sin duda eran los mejores que había dibujado,
reflejaban incluso más sentimientos. Se notaba que los había trabajado con precisión y
con un cuidado extremo, era realmente increíble.
-Te gustan las criaturas míticas ¿eh?-.
Ian también se incorporó:- Si, siempre me han atraído mucho
ese tipo de cosas, seguramente me gusta dibujarlas porque así pienso que
existen, por lo menos, en un mundo que he intentado dibujar-.
Maika se quedó contemplando el cuadro de un jinete montando
su caballo alado mientras formaba un arco iris:- ¿Por qué te gustaría que
existiesen?-.
Él se quedó mirándola:- La verdad es que no lo sé,
seguramente porque siempre me he sentido diferente y supongo que, de alguna
forma, me siento identificado con ellos. Es raro ¿Eh?-.
Maika bajó la mirada:- Bueno, puede que sea menos raro de lo
que crees-.
-Qué quieres decir-.
Ella le miró intensamente, parecía que quería decirle algo ¿Por qué no lo hacía? No podía ser tan malo, podía confiar
en él, necesitaba que confiase en él, tenía demostrarle que podía contarle
lo que quisiese.
Se acercó a ella y le susurró:- Maika, se que te ocurre algo y
quiero que sepas que sea lo que sea puedes contar conmigo-.
Por un momento su rostro se contrajo en una mueca, pero volvió a bajar la mirada y sacudió la cabeza:- No es nada,
solo, digamos que puedo entender como te sientes-.
Ian se acercó un poco más a ella, sabía que no era solo eso,
podía sentirlo, ahora la conocía demasiado bien; la cogió de las manos e intentó insistir, necesitaba
desesperadamente que le contase lo que le hacía sufrir tanto, cada vez que la
veía así se le formaba un nudo en el estómago que le era muy difícil disolver. Sin embargo ella levantó una vez más la cabeza y sonrió:-
Bueno, ya va siendo hora de que me vaya así que si tienes algo más que
enseñarme esta es tu última oportunidad-.
Era imposible, cuando no quería contar algo podía cambiar de
tema con mucha facilidad. No iba a decirle
nada.
-Si, quiero que veas mi última obra, vas a ser la primera en
verla-.
-En serio ¡Qué honor!-.
Ian puso cara de ofendido:- Oye no te burles-.
-No me estoy burlando, es un honor-.
Ian sonrió:- Bueno, además ese cuadro tiene una historia-.
-Vaya y de qué va-.
Ian se acercó al lienzo que tenía oculto bajo una sábana y
de un tirón descubrió la imagen.
Por un momento Maika dejó de respirar, su bolsa cayó al suelo y levantó la mano hasta el collar que llevaba puesto. Ian se alejó despacio de su pintura y ella se acercó para verlo más de cerca.
-Todos los años, el día de mi cumpleaños, tengo el mismo
sueño, dos niños se encuentran en un parque rodeados de niebla, la niña siempre
aparece al principio llorando y el niño intenta tranquilizarla, ella está
triste por que su amigo se marcha, pero hacen una promesa, algún día volverían
a estar juntos y ella le devolvería su amuleto, aún no sé qué significa
exactamente, intenté contárselo a mis padres pero ellos siempre me dicen que
los sueños son solo sueños, aunque algo me dice que este no es un simple sueño-.
Maika seguía contemplando el cuadro, parecía cada vez más alterada:- Creo que deberías hacer caso a tus padres, no creo que
signifique nada en particular-.
Ian se acercó un poco más, quedándose justo detrás
de ella:- No estoy tan seguro, desde que tengo memoria he tenido ese sueño,
además este año ha sido diferente-.
Los hombros de Maika se tensaron:- Cómo que ha sido
diferente-.
-Desde que llegué aquí he tenido más sueños, siempre con
estos dos niños, a veces con cuatro, y siempre me despierto con algunos
sentimientos incluso desconocidos para mí, es como si
esos sueños intentasen decirme algo, intentasen que recordara algo, pero sigo sin
saber qué es-.
Los hombros de Maika empezaron a temblar, Ian se asustó y se
acercó un poco más a ella para ver lo que ocurría, pero sus palabras le dejaron
petrificado:- Eres demasiado curioso ¿Por qué necesitas una respuesta para
todo? ¿Por qué no puedes pensar que son simplemente sueños como hace todo el
mundo? Es muy doloroso…-. Su voz sonaba entrecortada, el corazón de Ian se
contrajo ante aquella reacción, quería tranquilizarla, abrazarla para que sus temblores cesasen, pero sabía que aquello solo
empeoraría las cosas:- ¿Por qué estás siempre
preguntándome? ¿Queriendo conocerme? ¡Por qué lo pones tan difícil! ¡A veces
las cosas son más sencillas de lo que pensamos! ¿Por qué no puedes entender
eso?-.
Ian apoyó las manos en sus hombros:- Maika… no
entiendo nada-. Pero para su sorpresa ella se dio la vuelta y le
abrazó.
Ian tuvo un instante para ver su rostro y lo que vio le dejó
perplejo, estaba llorando. La apretó con
todas sus fuerzas y dejó que se desahogara en sus brazos.
-Lo siento, tengo que irme ya-.
Rápidamente Maika se deshizo de los brazos de Ian, cogió su
bolsa y salió corriendo de su cuarto, mientras corría por el pasillo pudo oír
el sonido del pestillo de la puerta principal al quitarse, sus padres habían
llegado.