La imaginación
puede llegar a ser muy peligrosa ¿No creéis? Sobre todo cuando somos niños.
Desde que éramos
muy pequeños nuestros padres nos han contado innumerables historias sobre las
hazañas de los terrestres.
Nos enseñaban su
cultura, su manera de comunicarse, sus simbolismos y sus creencias. Nos
relataban situaciones ocurridas años atrás, cuando la alianza entre los
celestes y ellos era fuerte.
¿Qué quiénes son
los celestes? Pues muy fácil, nosotros. Somos las entidades que han cuidado el
equilibrio en cada una de las dimensiones que existen en el universo, somos los
espíritus que hacen posible que un mundo pueda respirar y vivir eternamente,
sin nosotros sus tierras se marchitarían, el aire se intoxicaría y los mares se
secarían. Parecemos dioses ¿Verdad? Pues si lo habéis pensado, os habéis
equivocado de lleno. Nosotros sólo somos un canal, nuestro poder es limitado,
intentamos mantener a raya la corrupción y la destrucción, pero en ocasiones
ella nos gana, haciendo que algunos de los mundos que protegemos, dejen de
existir. No podemos hacer que renazca, no podemos formar tierra de la nada, ni
escribir el destino de los seres que lo habitan, y quizás sea este el motivo
por el que nos encontramos en desventaja contra un enemigo que puede destruir
con tanta facilidad.
Por lo que sé
nuestro enemigo no es ni un celeste ni un dios, es la materialización del mal
que se esconde en el corazón de todos y cada uno de los seres vivos y, cuanto
más evolucionados estén, más fuerza le otorgarán. Sé que hay muchos detalles
que todavía no conozco sobre él, pero para nuestros padres es un tema que no se
puede sacar, parece que solo quieren alimentar nuestras cabezas con fábulas
llenas de ilusión y esperanza.
Sin embargo eso
fue una equivocación por su parte, porque así lo único que consiguieron fue
acrecentar nuestro amor hacia aquellos seres carnales que habitaban el mundo
terrestre.
Antes nuestra
especie moraba en él, nos mezclábamos entre ellos y nos ayudábamos mutuamente.
Los celestes elegían una persona con la que su poder fuese compatible y lo
canalizaban a través de su cuerpo, a cambio, nos ayudaban a mantener el
equilibrio y nos permitían indagar en su interior para poder experimentar en
nuestra propia carne lo que eran esos intensos sentimientos que caracterizaban
a los terrestres. Era la única especie que habíamos encontrado con una
inteligencia parecida a la nuestra y un componente emocional superior. Fue una
época llena de magia y paz, pero quizás fuese por eso por lo que nuestros
padres se descuidaron y no se dieron cuenta de que esa complejidad suya y esa
confianza que les estábamos dando multiplicaba poco a poco y en silencio la
fuerza del enemigo.
Nunca nos
quisieron decir el motivo por el que decidieron aislarse, no nos explicaron qué
era lo que les había asustado tanto como para poner un escudo protector entre
su dimensión y la nuestra, ni nos dijeron las consecuencias que tendría en
nuestros padres que la maldad engullese aquel mundo. Ellos se habían encargado
de poner una venda alrededor de nuestros ojos bien apretada para protegernos,
pero ahora estoy convencida de que, si no hubiesen insistido en guardar tantos
secretos, nosotros no hubiésemos cometido semejante estupidez, y ahora nuestro mundo no estaría muriendo junto con el de ellos.